14 nov 2011

Por la huella de Manuel J. Castilla

Así se llama el libro con prólogo de Ricardo Kaliman y doce trabajos de investigación académica coordinado por las profesoras Amelia Royo y Olga Armata, de la Universidad Nacional de Salta. La publicación dedicada al poeta, periodista, titiritero y autor de piezas clásicas de la proyección folklórica, reúne los estudios expuestos en el seminario que organizaran el Instituto de Investigación en Literatura Argentina e Hispanoamericana "Luis Emilio Soto" y el "Instituto de Folklore y Literatura Regional "Dr. Augusto Raúl Cortazar", con motivo del 25º aniversario de su fallecimiento en 2005.

En comunicación con nuestro programa, Arroyo narró aspectos de la vida de Castilla, lo situó en su contexto de creación poética y lo describió generoso con sus colegas: “Era un hombre muy disciplinado por eso escribió tanto, pero era un noctámbulo, era muy amiguero, muy de la bohemia y era un referente para los jóvenes. Muchos poetas que escriben simultáneamente, pero que son de menor edad, reconocen la generosidad de Castilla en leerles, corregirles, opinar y sugerir”.



“Lo que él hace es encontrar puentes de contacto entre nuestra arqueología o nuestra cultura con tanto sustrato aborigen y el resto de América. Los temas que trata son los trabajadores, mucho la infancia, las culturas aborígenes, él hace pinturas de arquetipos humanos de los trabajadores rurales, de los quebrachales. Siempre su poesía se alimenta del ámbito rural, de la naturaleza, de las culturas de pueblo. Pocas veces Castilla se mete con las culturas urbanas pero su estética viene de la ciudad”.

Si bien “El Barba” se hizo reconocido por sus temas folklóricos en dupla con Cuchi Leguizamón (“Zamba del pañuelo”, “Maturana”, “La pomeña”, “Zamba de Lozano”, “Zamba de Juan Panadero”, “Carnavalito del duende”, “Juan del Monte), Eduardo Falú (“La volvedora” y “No te puedo olvidar”), o Rolando “Chivo” Valladares (“Canción de las cantinas”, “Bajo el sauce solo” y “Zamba del romero”), para la docente “sus letras son una maravilla pero nada que ver con la densidad y la profundidad de la lírica. Los libros profundos de Castilla, como pueden ser Cantos del gozante (1972), son de una densidad lírica que a nosotros nos rompe la cabeza al poder decodificarlos para transmitirlos a los estudiantes”.

“El prólogo del libro (Por la Huella…) es lo suficientemente rico como para desperdiciar lo que propone Ricardo Kaliman. Es una mirada Americana de Castilla, cosa que es perfectamente posible de comprobar porque era titiritero, y junto con un artista plástico de mucho renombre entre nosotros que se llamó Carlos García Bes, y con ese señor ellos recorrieron no solamente el interior de nuestra provincia (Salta), sino que pasaron la frontera y recorrieron Bolivia. De ese viaje existe “Copajira” (1949), un libro fundamental, americanista, indigenista, con mucho contenido social porque refiera a la vida en las minas de Potosí”.

Revista La Carpa

Fue en esa misma década del cuarenta, pero unos años antes, a partir de 1943, cuando la revista La Carpa (editada en San Miguel de Tucumán entre 1943 y 1948), núcleo los intereses de una serie de poetas, pintores e intelectuales que desde el Noroeste del país refundaron una manera de interpretar el arte y la poesía. “El adalid era el jujeño Raúl Galán pero intervienen Salteños, Jujeños, algunos que estudiaban en Tucumán…ellos se hacían presentes a través de la revista y de muchos actividades culturales; de peñas, cafés. Y como dato anecdótico; es Tomás Eloy Martínez quien lanza una critica aguda contra La Carpa y empieza a darle notoriedad ya que su notoriedad (la de Martinez) iba creciendo”, cuenta Arroyo

Según cita Santiago Giordano a Santiago Sylvester en Página /12 - ensayo que introduce El gozante, una antología de Castilla publicada por Colihue- “así como Dávalos cultivó el Siglo de Oro español y literariamente no avanzó un paso más aquí del siglo XIX, la generación de La carpa estuvo atenta a su época y tuvo la tarea de absorber y utilizar sus aportes, especialmente a Neruda y Vallejo, la generación española del ’27 y, un poco más allá, aunque sin exagerar, el impulso descolocador del surrealismo”. La revista Angulo, en Salta, y más tarde Tarja, en Jujuy, prolongaron la línea de La carpa, con Jorge Calvetti, Mario Busignani, Héctor Tizón y artistas plásticos como Medardo Pantoja y, en los años en los que vivió en Salta, Héctor Bernabó, el pintor, dibujante y muralista que sería emblema de la pintura del nordeste brasileño con el nombre de Carybé. A esa expansión cultural se sumaron también los músicos Gustavo “Cuchi” Leguizamón y Juan José Botelli”.

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